Durante las últimas décadas, la industria alimentaria ha impulsado el uso masivo de aceites de semillas— como los de soja, maíz, girasol, colza, algodón, uva, arroz, etc— dado su bajo coste y alta disponibilidad. Como explicaremos en este artículo, estos aceites contienen grandes cantidades de ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) que resultan muy susceptibles a la oxidación, generando compuestos tóxicos capaces de dañar membranas celulares, proteínas y el ADN, lo que contribuye a un estado inflamatorio crónico y favorece el desarrollo de diversas enfermedades degenerativas y cardiovasculares.
1. ¿QUÉ SON LAS GRASAS POLIINSATURADAS?
Como explicamos brevemente en el artículo sobre el aceite de coco, las grasas poliinsaturadas son aquellas en las que la cadena de ácidos grasos presenta dos o más enlaces dobles, lo que las hace más propensas a sufrir oxidación. Están compuestas por ácido como el linoleico, el araquidónico, el alfa-linolénico, el eicosapentaenoico y el docosahexaenoico, altamente inestables y fácilmente oxidables incluso a temperatura ambiente (Maszewska et al.) generando radicales libres y productos de peroxidación lipídica que dañan las células y aceleran el envejecimiento (Cury-Boaventura, M. F., Gorjão, R., de Lima, T. M., Newsholme, P., & Curi, R. (2006).
La margarina y aceites de semillas como los mencionados al inicio son ricos en estas grasas poliinsaturadas, siendo estos utilizados en productos procesados como panadería industrial, galletas, snacks (patatas fritas y similares), salsas (salsa césar, yogur, tomate frito y similares), mayonesa, comida rápida y frituras, donde su oxidación se acelera aún más con el calor y la exposición al oxígeno.
Ahora mismo estarás pensando: "Yo nunca hago nada con aceites de esos, estoy a salvo". Es la respuesta común a esto, por lo que te animo a ir a tu despensa ahora mismo y mirar los ingredientes del pan de molde y la margarina que desayunas cada mañana, la leche con Omega 3 y Omega 6 "buena para el colesterol" que has comprado en el super, las galletas integrales que tomas de vez en cuando, la deliciosa mayonesa que acompaña tu ensaladilla rusa o la salsa de queso con la que acompañas tus snacks de vez en cuando. Y muchas veces, lo que es peor, esto productos tienen el marketing de que son beneficiosos para el corazón.
El denominador común, salvo rara excepción, es uno: están hechos con aceites de semillas.
2. PUFAS = INFLAMACIÓN.
Debido a la presencia de estos múltiples enlaces dobles, los PUFA son especialmente vulnerables a la peroxidación lipídica, que no es otra cosa que el proceso degenerativo en el que, dada su inestabilidad, se oxidan al reaccionar con radicales libres, generando productos mutagénicos y carcinogénicos como aldehídos y peróxidos lipídicos que dañan las membranas celulares, las proteínas y el ADN.
La consecuencia inmediata de esta reacción si no es terminada con rapidez es la activación de procesos inflamatorios, los cuales, de manera crónica, pueden predisponer al organismo a patologías como cáncer (Cave Jr WT, Jurkowski JJ, 1984), enfermedades coronarias (Steinberg, 1997) y trastornos neurodegenerativos (Butterfield DA, 2020 o Butterfield DA, Lauderback CM, 2002).
Todos estos estudios apuntan a que el deterioro celular sostenido causado por el consumo de estos PUFA no solo agrava la inflamación crónica, sino que además compromete la regeneración y funcionalidad de los tejidos, acelerando procesos degenerativos de diversos tipos que afectan órganos vitales. A medida que los productos derivados de la peroxidación lipídica se acumulan, se genera un entorno bioquímico que perpetúa el daño oxidativo, debilitando las defensas antioxidantes del cuerpo y facilitando la progresión de varias enfermedades graves. En este sentido, el consumo habitual de PUFA no solo actúa como un detonante, sino que también mantiene y agrava patologías de base inflamatoria y degenerativa, contribuyendo al deterioro progresivo del organismo.
3. PUFA, OBESIDAD Y RESISTENCIA A LA INSULINA.
La influencia de los PUFA en la función endocrina es otro aspecto preocupante, ya que el tiroides no se libra de los males causados por la mencionada peroxidación lipídica. La alta ingesta de estos ácidos grasos puede interferir con la actividad de las enzimas deiodinasas, responsables de convertir la tiroxina (T4) en triyodotironina (T3), hormona clave para regular el metabolismo.
El estudio de Garaulet et al. (2001) respalda esta relación al encontrar que un mayor contenido de PUFA n-6 en el tejido adiposo estaba positivamente correlacionado con la acumulación de grasa visceral. Esto se ve reforzado por Ning Yin et atl. (2020), donde se hallaron cantidades elevadas de ácido linoleico y HNE en muestras de pechuga de pollo, muslo de pollo y nuggets de pollo cocinados en aceite vegetal.
El HNE, también conocido como 4-hidroxinonenal, es un aldehído que se forma cuando los ácidos grasos poliinsaturados sufren peroxidación y altera las vías de señalización de la insulina en tejidos como el músculo y el hígado. Lo curioso es que este proceso también ocurre, por ejemplo, durante la fritura de los aceites de semillas al calentarse, incluso antes de que sean consumidos, lo que incrementa el marcado efecto obesogénico que poseen estas grasas.
En Furukawa et al. (2004) se encontró que los altos niveles de oxidación en personas obesas se correlacionan estrechamente con dificultades en el control de la glucosa, contribuyendo al desarrollo de trastornos metabólicos como la diabetes tipo 2. Además, la revisión de Rains y Jain (2011) respalda la idea de que reducir el estrés oxidativo puede mejorar la sensibilidad a la insulina, lo que subraya la importancia de evitar compuestos que lo agraven.
CONCLUSIÓN
Como podréis comprobar vosotros mismos, gran parte de los productos que consumimos hoy en día están elaborados con aceites ricos en PUFA, compuestos que desencadenan en todo lugar graves procesos inflamatorios que alteran el metabolismo, con consecuencias bastante perjudiciales para nuestra salud. Por ello, siempre va a resultar mucho más beneficioso recurrir a fuentes de grasa más estables, como la mantequilla, el aceite de coco, el aceite de oliva virgen extra, o el sebo de vaca, que suponen alternativas más seguras y saludables para nuestro organismo.
Como siempre, os recomiendo llevar a cabo vuestra propia investigación y llegar vuestras propias conclusiones.